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Cuadro relicario “Yo quería ser… Montañés”

1.450 

70 x 50 cm

Mixta sobre tabla

La obra muestra como protagonista el retablo de los Portocarrero de Benacazón, que se creó como altar funerario y hoy día se le conoce como el retablo del Sagrario. He querido representarlo sin los lienzos o imagen que hoy lo decoran, para potenciar las líneas que trazara Montañés hace más de 400 años. También recoge un fragmento del mismo, a modo de reliquia. Así mi obra no solo representa una pieza del genial autor, sino que además alberga parte de una de ellas. Todos conocemos el apodo de este escultor “el Dios de la madera”, poniendo esta reliquia dentro del camarín del retablo, elevo de forma conceptual a los altares al que ya la crítica lo puso en su tiempo, Juan Martínez Montañés.

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70 x 50 cm

Mixta sobre tabla

La obra muestra como protagonista el retablo de los Portocarrero de Benacazón, que se creó como altar funerario y hoy día se le conoce como el retablo del Sagrario. He querido representarlo sin los lienzos o imagen que hoy lo decoran, para potenciar las líneas que trazara Montañés hace más de 400 años. También recoge un fragmento del mismo, a modo de reliquia. Así mi obra no solo representa una pieza del genial autor, sino que además alberga parte de una de ellas. Todos conocemos el apodo de este escultor “el Dios de la madera”, poniendo esta reliquia dentro del camarín del retablo, elevo de forma conceptual a los altares al que ya la crítica lo puso en su tiempo, Juan Martínez Montañés.

Para Montañés el retablo era la cumbre de su oficio así lo constató él mismo: “Maravilla y espanto. Minucioso y soberbio. Así es la obra cumbre de mi oficio: el retablo. En el retablo está todo. Y estamos todos: imagineros, ensambladores, tallistas, ebanistas, doradores, orfebres, pintores, estofadores… Todos encadenados al mismo proyecto. Gracias al retablo pude plasmar los tiempos paralelos que dejan de fluir y que se quedan coagulados. Eso sólo puede hacerlo Dios, que es la sabiduría que no fluye. El hombre aspira a ese tiempo detenido y multiplicado. Es el tiempo imposible del retablo. Ahí está la imaginería y está el teatro. Escenario y tramoya. Mis retablos provocaron ese asombro que aún perdura. Las figuras emergen de la madera. Las escenas suceden al mismo tiempo. Obras colosales para un siglo que era un gigante con los pies de barro. Todo lo que sostenía aquella época imperial de oros y de Indias, de ejércitos y conquistas, cayó. Sólo permanecen los retablos donde se le rinde culto a quien no cae nunca…”